Todavía existe el sentimiento de pertenecer a la nación que regaló al mundo entero la libertad, con su revolución. Todavía existe el sentimiento de pertenecer a una nación que sometida por la superioridad en medios materiales, pasó al combate con la nobleza de sus corazones y la valentía de todas aquellas personas que combatieron a la nación más poderosa de Europa, en los dolorosos años de la Segunda Guerra Mundial.
Todavía repuntan en muchos lugares de la hermosa Francia personas justas y personas valientes que denuncian la miseria en que ha devenido parte de su pueblo, como consecuencia de la mezcolanza racial y religiosa que, lejos de haber sido posible asimilar, ha degenerado en guetos que ponen en cuestión muchas veces que el suelo que ocupan sigue siendo de Francia.
Y no me refiero a aquellas personas no nacidas en suelo francés, de otras étnias no europeas, que como consecuencia del abandono de las colonias de ultramar encontraron el asilo que merecían en la metrópoli. No... esas personas, sea cual sea el color de su piel, son franceses, tan franceses como pudo haberlo sido Cyrano de Bergerac o el mismísimo Rousseau... no, esos son franceses y entre ellos sin duda existen personas con la misma nobleza y grandeza de alma que quien ilustra este artículo.
Además... ¿Hubiese sido posible la aportación de Francia a la Segunda Guerra Mundial sin el apoyo de buena parte de sus colonias, allá en ultramar, donde fue posible organizar un gobierno valiente y luchador, independiente de la Francia ocupada? Indudablemente, no. Y ello obliga a Francia a abrir sus brazos y darles entrada en absoluta igualdad dentro de esa hermosa tierra con forma de gallo, la Galia...
Me refiero a todos aquellos que amparándose en derechos que en realidad les eran indiscutibles, han entrado en suelo francés para dinamitarlo desde su misma base. Y esos son los que me hacen ver con preocupación el futuro del pueblo francés.
Hoy, sin embargo, pese a toda esa podredumbre, pese a esa mísera caterva de animales con forma humana, hoy nuevamente Francia, la gran Francia, ha dado una nueva lección a Europa y acude en auxilio de un gobierno en verdaderos problemas, en angustiosa situación de desesperación, como es el gobierno de Nigeria.
Nuevamente se derramará sangre francesa en unas tierras que no son las suyas. Nuevamente los mejores de sus soldados caerán ante los criminales ataques de guerrillas islamistas, a traición y sin respetar ninguna de las reglas de la guerra.
Pero nuevamente el pueblo francés podrá decir con genuino y merecido orgullo que combatió a la barbarie islamista, que salvo la vida de miles de inocentes, y que nuevamente Francia hace lo que siempre ha hecho... exportar al mundo, allá donde va, libertad, igualdad y fraternidad.
Amigos... ¡Viva Francia!