Toda guerra tiene sus héroes. Cuando Siria y Egipto atacaron por sorpresa a Israel en Yom Kipur hace 40 años, llevó a toda una nación a unir fuerzas para hacer retroceder a los ejércitos invasores y arrebatar una victoria milagrosa. Aquí, honramos algunas pocas historias que probablemente nunca hayas oído.
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Moshe Levy: El comando
En 1973, Moshe Levi tenía 28 años, casado y padre de dos niños. Dos meses antes de la guerra se había fracturado la rótula en un accidente automovilístico. Al mes de su lesión, toda la unidad de Moshe fue llamada al servicio de reserva, pero su pierna seguía enyesada. Al estallar la guerra ya se había quitado el yeso pero estaba en pleno proceso de tratamientos de fisioterapia. A pesar de no estar obligado por su condición médica, Moshe decidió no dejar a sus compañeros solos y se unió a su batallón en el frente. Esa misma noche el comandante de su brigada lo puso al mando de una semioruga blindada en el Sinaí.
El 8 de octubre, su compañía se desplegó en la región de Al Qantara El Sharqiyya, al este del Canal de Suez, y se le ordenó localizar comandos egipcios. El 15 de octubre, mientras permanecía en un puesto en Bluza, recibieron un llamado de socorro de soldados israelíes atrapados en una emboscada egipcia de 20 soldados. Al llegar descubrieron que la fuerza egipcia era mucho más grande de lo que reportaban los informes.
Los egipcios esperaron hasta que los blindados israelíes entren en la zona y los sorprendieron con una inmensa cantidad de cohetes y explosivos que habían escondido bajo la arena. La lluvia de cohetes inmovilizó la mayoría de los carros israelíes. Un cohete alcanzó el blindado de Moshe. Sin tener muchas otras opciones, sacó su rifle por la compuerta superior y antes de dar el primer disparo un proyectil anti-tanques le arrancó el brazo. Estaba claro, si el primer proyectil impactó en la parte inferior, el segundo pasó apenas por encima, el próximo sería en el centro del carro. Malherido, dio la orden de abandonar la semioruga por la puerta trasera los cuál los dejaería completamente expuestos.
Levi entendió que su tropa era mucho más limitada en número y potencia de fuego, pero él no estaba dispuesto a darse por vencido. Su brazo sangraba profusamente, eran sólo minutos que le quedaban de vida, no tenía nada que perder. Agarró una granada, con los dientes le quitó el seguro, y comenzó a avanzar hacia el tanque enemigo. Al verlo malherido sin un brazo, al parecer, los egipcios pensaron que estaba delirando por la pérdida de sangre. Lo que ellos no habían visto era la granada en su mano izquierda. A diez metros del tanque, Moshe parado expuesto a todo, arrojó la granada. El tanque explotó, y el mismo se hirió por las esquirlas.
“Recién ahí”, cuenta, “se despierta el sentido de supervivencia, tal vez aún queda alguna chance de salvarse”. Herido y desangrado, no aceptó recibir ayuda médica hasta que no hayan desalojado hasta el último de sus soldados heridos.
Por la audacia en el campo de batalla, el apego a la misión y el compromiso por la vida de sus soldados, incluso arriesgando su propia vida, fue galardonado con la Medalla de Valor, la más alta distinción del Ejército.
Uriel Hefetz: El voluntario
Cuando la Guerra de Yom Kipur estalló, Uriel Hefetz, de 51 años, ya era un héroe de guerra. Habia sido condecorado por su ingenio y valentía en la Guerra de la Independencia en 48′ y la Crisis del Sinaí del 56′.
Cuando escuchó en la radio que había estallado una guerra, no lo dudó. Subió a su coche particular y se dirigió directamente a la frontera con Siria. Las próximas tres semanas, Hefetz, las pasó evacuando heridos de las líneas de combate.
Entre los heridos que Hefetz salvó de una muerte casi segura, estaba Peretz Tiktin.
Un misil sirio había alcanzado su tanque, Tiktin quedó atrapado dentro muriendo de sus heridas. Hefetz, bajo fuego enemigo, entró al tanque y lo rescató. Pasaron muchos años hasta que Peretz descubrió al héroe anónimo que le había salvado la vida.
Un misil sirio había alcanzado su tanque, Tiktin quedó atrapado dentro muriendo de sus heridas. Hefetz, bajo fuego enemigo, entró al tanque y lo rescató. Pasaron muchos años hasta que Peretz descubrió al héroe anónimo que le había salvado la vida.
Cuando terminó la guerra, Hefetz volvió a casa pero, con modestia, nunca le contó a nadie la cantidad de vidas que había salvado. Su familia no se enteró de la historia de sus hazañas heroicas hasta leer, tras un largo tiempo, una carta que le había enviado uno de los médicos de la retaguardia que trató a los soldados que salvó Uriel.
Un año más tarde, terroristas irrumpieron en una escuela y mantuvieron como rehenes a los niños. Hefetz participó en la operación de rescate pero se lesionó, causándole una parálisis. En honor a sus esfuerzos en la guerra de Yom Kipur y en la operación de rescate, Hefetz fue galardonado con la Medalla de Ejemplo Personal, la Condecoración del Jefe de Estado Mayor y el Premio de Defensa de Israel para el año 1973.
Maxim Cohen: El conductor
Maxim Cohen nació en Marruecos e hizo aliá(emigró a Israel) con sus padres en 1948 a los dos años. Se alistó en el Ejército y sirvió como conductor. Tras la Guerra de los Seis Días en el 67′, Cohen se mudo a Francia con sus padres.
En Yom Kipur, Cohen – un tradicional judío observante – estaba en la sinagoga como la mayoría de los judíos alrededor del mundo. A las 2 pm, durante las oraciones de la tarde, su esposa llegó al templo en un coche (totalmente prohibido en el día más sagrado del calendario judío), Cohen sabía que algo andaba mal. Corrió afuera y su esposa le dijo que había estallado la guerra en Israel. Volvió dentro para pedir disculpas a la congregación, les aviso que había estallado la guerra y se fue de prisa.
Inmediatamente se presentó en la Embajada israelí en París donde lo ayudaron a volar a Israel para unirse en la líneas de combate. Pasó por un rápido curso de manejo de transportes blindados de personal y se unió a una compañía que enfrentaba a los egipcios en el sur. Cohen y su fuerza cruzaron el Canal de Suez y después de tres semanas de combates, el 24 de octubre – el último día de la guerra -, llegaron a las afueras de la ciudad de Suez.
El Ejército había decidido tratar de conquistar la ciudad, un punto estratégico y clave para el control del canal. Los preparativos fueron apresurados y la información de inteligencia escasa. Cohen se encontró al mando de una de las dos columnas de blindados que irrumpieron las calles de la ciudad.
De repente, en una de las calles que aparentaba estar vacía, de los edificios alrededor se abrió un fuego infernal. La tropa había caído en una emboscada. Cohetes de bazucas, misiles anti-tanques, miles de granadas y balas de ametralladoras habían formado una ráfaga de fuego sobre la fuerza israelí que empezó a diseminarse tratando de escapar. La batalla fue cruel y duró varias horas, los soldados israelíes se refugiaron en las casas.
En el tiroteo un proyectil alcanzó al vehículo del comandante Cohen hiriéndolo y a la mayoría de sus soldados. Cohen mantuvo la serenidad bajo el intenso fuego enemigo y evacuó a cada uno de sus soldados. Sin vacilar ni por un momento, volvió al corazón de aquel infierno una y otra vez hasta evacuar a todos sus soldados.
Cohen fue galardonado con la Medalla de Coraje por su ingenio, serenidad bajo fuego enemigo, y por poner su propia vida en peligro para salvar las vidas de sus compañeros de armas.
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