Me
ha sorprendido ver publicado en el muro de un amigo judío facebookiano por
quien tengo la mayor de las consideraciones un artículo sobre Samuel Ros Pardo,
judío de alma y sentimiento que me ha permitido liberarme de cierto complejo de
culpabilidad que tenía desde hace mucho tiempo.
Todo arranca hace muchos años, cuando yo leí las ideas
fundacionales del movimiento falangista.
Eran ideas muy avanzadas socialmente para los años treinta en España,
unos años en los que aún se moría de hambre en el campo español y en las
ciudades se atizaba el hierro mortal entre vecinos durante la efímera vida que
tuvo la II República Española.
Y dadas las circunstancias en España, perfectamente aplicables aquí con algunas actualizaciones y matizaciones.
Posteriormente, y en eso estriba ese sentimiento de culpabilidad de que hablaba, anduve en esos mundos políticos, pero salvo un periodo muy fructífero que tuve
gracias a un buen Jefe Territorial en el que encontré honestidad, seriedad y
honradez, fue a partir de su muerte cuando se terminó de imponer aquello contra
lo que él tanto lucho… la putrefacción que prostituyó unas ideas justas,
hermosas y dignas como las planteadas por José Antonio Primo de Rivera.
Hoy
en día, el mismísimo José Antonio abominaría del que se dice “su partido”,
Falange Española y cualquiera de las versiones piratas de la misma. Porque
aunque él siempre luchó contra el racismo (a su asesinato en 1936 no había
conocimiento de la barbarie antisemita nazi), aquellos que se denominan
pomposamente hoy en día “sus herederos” mantienen viva la negra luz del odio al
pueblo judío, aunque hoy en día bauticen este antisemitismo con el término tan de moda “antisionismo”. Neonazis,
asesinos contenidos que no matan porque no pueden, mentirosos consagrados a
elevar a los más altos pedestales a criminales que asesinan niños en el nombre
de una nacionalidad inexistente y que con la mentira y la sangre ajenas han
creado lo que nunca ha habido: una “nación” que ya desde que nace jura el
exterminio del legítimo dueño de las tierras que ocupan.
Creo
que el mismo José Antonio convendría conmigo en que lo mejor que puede hacerse
es enterrar para siempre las siglas y nombre de su partido. Lamentablemente las
hienas han acabado dominando y asesinando lo que fue tal vez el más hermoso
credo político basado en la dignidad del Ser Humano y en la justicia e igualdad
sociales.
Como
siempre sucede en todas las batalla: mueren nuestros hijos, ganan los cuervos.
SAMUEL
ROS PARDO: JUDÍO Y DIRIGENTE DE FALANGE ESPAÑOLA.
La
dedicatoria de su libro Bazar (23 cuentos
cómicos de judíos) de 1928 es: “A la gran raza judía, grande por estar
desperdigada… Raza que nunca aceptaría un suelo limitado, porque en cada nación
ella es y será sal y levadura”.
Nació
en Valencia en el seno de una familia acaudalada, el 9 de abril de 1904.
Estudió Derecho, publicando en Valencia su primer libro con diecinueve años, la
novela Las sendas. Tras concluir los estudios universitarios se trasladó a
Madrid, donde frecuentó las tertulias de Ramón Gómez de la Serna y de José
Antonio Primo de Rivera (La ballena alegre). El influjo vanguardista de Gómez
de la Serna se dejó sentir en la prosa de Bazar
(23 cuentos cómicos de judíos), y el ideológico de Jose Antonio en su
ingreso en el partido Falange Española pocos días después de su fundación,
colaborando desde el inicio en diversas publicaciones de dicho partido.
Participó en dos films de Ernesto Giménez Caballero: Esencia de verbena (1930) y Los
judíos de patria española (1931) y publicó, entre otras novelas, El ventrílocuo y la muda (1930) y El hombre de los medios abrazos (1932).
En
1935 la muerte de su novia Leonor Lapoulide en trágicas condiciones, lo sumió
en una grave depresión, de la que buscó salir viajando por Portugal, Italia y
Francia. La muerte de Leonor fue motivo para que un notable grupo de poetas le
mostrara su simpatía escribiendo elegías en su honor, desde Dionisio Ridruejo
hasta Federico García Lorca. Fue en Italia donde escribió uno de sus libros más
conocidos, la novela Los vivos y los muertos.
Al
estallar la guerra civil su casa de Madrid fue saqueada debiendo refugiarse en
la embajada de Chile junto a otros dos mil asilados, donde permaneció hasta que
el 14 de abril de 1937 fuera evacuado por vía marítima hacia ese país. Allí
fundará y dirigirá el periódico La Voz de España.
Vuelto
a España en 1938 estrena La felicidad
empieza mañana e inicia un complicado romance con una actriz casada, María
Paz Molinero, con la que tendría un hijo que, merced a un “arreglo”
administrativo, fue registrado como hijo de N. y Samuel Ros por lo que fue
inscrito solamente con sus apellidos.
En
múltiples ocasiones agentes alemanes trataron de impedir que publicara en
diarios y publicaciones oficiales solicitándolo sin éxito -a la vista de los
resultados- ante las autoridades franquistas.
Fue
director de Vértice, la Revista
Nacional de Falange Española Tradicionalista y de las JONS desde 1940 hasta
1945 poco antes de su muerte y tuvo una sección fija en el diario falangista
Arriba. Colaboró en las revistas Legiones
y Falanges y Escorial, donde
publicó su obra En el otro cuarto,
que se llegó a estrenar en el Teatro Jovellanos de Gijón.
Fue
también colaborador de Blanco y Negro, El
Debate, ABC, El Sol, etc. En 1943 se le concedió el Premio Nacional de
Literatura por un volumen de cuentos, Con
el alma aparte, que extrañamente nunca llegaría a publicarse ya que al
parecer no era del agrado del Régimen y que, a fecha de hoy, continúa inédito.
Falleció
el 6 de enero de 1945. Su muerte, al parecer, estuvo relacionada con una
reacción adversa a la penicilina (o a un sucedáneo vendido como tal) que se
conseguía de estraperlo en el Madrid de la postguerra.
Y añado... no descarto que Samuel Ros fuese sencillamente asesinado. Los bárbaros germanófilos empezaron a adueñarse del movimiento falangista por aquellos años. Y pese a muy contadas excepciones (que las hubieron) no fueron más que réplicas estúpidas de un enano de pelo cuidadosamente despeinado y de ridículo bigotillo que asesinó a seis millones de judíos, de ellos un millón y medio niños.
ResponderEliminarNo sólo Samuel Ros, otros judíos militaron en la Falange de José Antonio, tal como cuenta Félix Ros en Preventorio D, muy interesante documento sobre la represión en Barcelona durante la Guerra Incivil. O como Isaac Hetzel o su hermano Gregorio, escultor, víctimas de la contienda incivil, el primero tiroteado en Castro Urdiales antes de que la guerra comenzara. Ambos, fundadores de la Falange en Cantabria. A Manuel de la Mora, otro cántabro, le hace José Antonio una crítica devastadora del fondo nazi, avísandole de la peligrosísima carga racista que encerraba Hitler con su gente. No sólo era una condena por el panteísmo estatal, que esa fue pública desde el principio, sino por su segura deriva a la obsesión racial. Sencillamente, criminal. En los últimos papeles de José Antonio que tantos años celó Indalecio Prieto y luego publicó Miguel Primo de Rivera, vuelve a hacerse explícita la denuncia. Por lo demás, certero el análisis de lo que José Antonio haría hoy (hace muchos años lo adivinó Rosa Chacel): desprenderse de toda simbología superflua, inútil y dañina, para afianzarse en la defensa de España. Empezando por la defensa de los pobres de España. Porque no se puede hablar de Patria en la casa del desposeído. Dijo.
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