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domingo, 24 de febrero de 2013

REVISTA SALOMÓN: DURA EUROPOS, CRISOL DE LA ANTIGÜEDAD.





Por Natalia Vega 

Aunque el aniconismo –el no representar imágenes religiosas- se ha considerado una de las características tradicionales más arraigadas de la cultura judía, y que la coloca en diametral contraste con las prácticas del culto cristiano, las más antiguas representaciones de escenas del Antiguo Testamento que se conocen y que se han encontrado en un recinto sagrado provienen de una sinagoga, y no de una iglesia cristiana. En 1932, en la ciudad de Dura Europos, Siria, se descubrieron pinturas murales con nada menos que 58 escenas bíblicas, datadas en el año 244 e.c., y son por lo tanto casi tres siglos anteriores a las representaciones cristianas más antiguas, las que se han conservado en iglesias y monasterios de Egipto.


Las paredes de la sinagoga de Dura Europos están cubiertas de piso a techo con pinturas realizadas en témpera sobre yeso dispuestas en tres niveles; estas incluyen historias del Génesis como el Sacrifico de Isaac, Moisés recibiendo las Tablas de la Ley, las visiones de Ezequiel, además de imágenes propias del culto y rituales judíos. Estas representaciones hacen reconsiderar algunas ideas acerca de las tradiciones judías, y cuestionan el dogma de la absolutez de la prohibición de imágenes religiosas al evidenciar que existía arte religioso narrativo que continuó y tomó fuerza en el arte cristiano posterior. Asombra no solo la cantidad y antigüedad de las imágenes del Salón de Asambleas, sino su complejidad y detalles iconográficos.

Desde su descubrimiento, los fascinantes murales han sido estudiados exhaustivamente no solo por historiadores de religión sino por expertos en otras disciplinas quienes intentan entender los orígenes de las modalidades de representación del Antiguo Testamento y cómo se visualizaban las narrativas fundamentales de las tradiciones judeo-cristianas. Se ha discutido si el origen de esas imágenes estaba subordinado, como es el caso de las ilustraciones de manuscritos, a las descripciones de textos de la época como los Targumím y los Midrashím, pero una mirada más inquisidora ha indicado que en aquellos textos rabínicos no hay nada que explique la gran cantidad de detalles sorprendentes que se encuentran en las pinturas. Se ha concluido que muchas de las imágenes provienen de tradiciones visuales de otras culturas con las que los habitantes de Dura estaban bien familiarizados -especialmente las del mundo helénico y romano cuyo lenguaje visual era utilizado como lingua franca, y que además se remitían a elementos iconográficos provenientes de otras culturas como las de Egipto e Irán.

Teniendo en cuenta las prohibiciones del Segundo Mandamiento, para los artistas de Dura el reto más delicado de su proyecto era la representación de Dios mismo; esto lo solucionaron no representándolo figurativamente y de manera antropomórfica, sino con el hermoso motivo de “la Mano de Dios”, que alude simbólicamente a la presencia o intervención divinas. Existía un precedente de ese motivo en la cultura egipcia, donde también existía el precedente del monoteísmo. En el siglo 14 a.e.c., el faraón Amenhotep IV ó Akenamón (seguidor de Amón) de la dinastía 18, se rebeló a los sacerdotes politeístas de Amón, se declaró seguidor de un solo dios (Atón, deidad del sol o de la luz), cambiando su propio nombre por Akenatón (espíritu viviente de Atón), y además fundó una nueva capital para su reino en la ciudad de Amarna, lejos del poderío de Tebas. Su época marcó una revolución religiosa y política, y además se caracterizó por una transformación artística, ya que los personajes se tornaron más humanizados, y el cuerpo humano se representó de una manera más naturalista y orgánica, y con movimiento; Atón, por su parte, figuró como un disco solar de cuyos rayos salían las manos del dios. En la sinagoga de Dura Europos, el motivo de “la Mano de Dios” aparece en cinco escenas. En la escena de Moisés junto a la zarza ardiente, la mano, que simboliza a bat kol (literalmente ‘hija de la voz’) indica la presencia o voz de Dios, cuyo mensaje Moisés transmite a la congregación apareciendo en la pose romana de los oradores (adlocutio). “La Mano de Dios” también se ha encontrado representada en tamaño real (humano) en un relieve en una casa privada de la misma ciudad lo que puede indicar que se utilizaba como amuleto protector contra el mal. La representación y atributos (objetos y símbolos) de muchos de los personajes del Antiguo Testamento de Dura derivan de los de dioses y héroes de la mitología pagana romana estableciendo analogías con sus personificaciones y cualidades. Moisés, al guiar a los israelitas fuera de Egipto, no aparece con una vara como lo mencionan las Escrituras, sino con un garrote, lo que evoca a los héroes Teseo y Hércules; para un público versado en ambas culturas, ese símbolo designaba a Moisés como el héroe judío y relacionaba sus sobrehumanas proezas con las de ellos. El Portón de Egipto, por donde Moisés sacó a los israelitas, aparece como un arco triunfal romano similar al que las tropas de Trajano habían erigido cerca de Dura Europos pocos años antes, y los israelitas cruzando el Mar Rojo están representados como aparecen las legiones de soldados en monumentos conmemorativos en diversos lugares del Imperio Romano.

Como otro ejemplo, para representar a David se recurrió a la iconografía propia del mito de Orfeo, lo que ante los ojos de los espectadores de Dura, ubicaba este personaje en la categoría que tenía Orfeo en la mitología: la de personaje sobrehumano casi al punto de divino. La imagen de David tocando la lira se ha continuado utilizando como un cliché popular para aludir al Salmo en el cual David encanta a las bestias, aludiendo así a la capacidad de la música divina para aplacar el salvajismo humano.

Si las representaciones religiosas en una sinagoga parecen fuera de lugar, causa aún más asombro en este contexto la representación de desnudez, especialmente si es de personajes femeninos. Algunos textos judíos se permiten considerar la representación visual en algunos casos, pero jamás la desnudez: la Mishná (leyes judías post-bíblicas) explícitamente insiste en el apropiado cubrimiento del cuerpo. En la escena de “Moisés siendo recogido de las aguas” aparece, frontalmente agarrando el niño, una mujer a quien se identifica como la princesa egipcia que salvó a Moisés; ella está parada en el agua en clásica o pagana desnudez. La historia se basa probablemente en fuentes textuales como los Targumím contemporáneos (paráfrasis en arameo de la Biblia hebrea), o los anteriores escritos de Flavio Josefo, quien explicó que la princesa tenía lepra y milagrosamente se curó al bañarse en el río Nilo y tocar la canasta de Moisés. Erwin Goodenough, experto de la Universidad de Yale quien ha analizado el componente romano de los murales, considera que las comadronas del Éxodo y la princesa están representadas con atributos que las relacionan con Afrodita y las ninfas. En muchas culturas antiguas, la iconografía del agua y la frontalidad femenina aludía a fuerzas generativas; en este caso, la princesa no aparece recogiendo el niño como lo dice la literatura, sino en la pose de una popular deidad, la reina Anahita de Irán, adjudicándole a la princesa egipcia el estátus e importancia de gran madre, diosa de la fertilidad, además de la categoría de Afrodita; las doncellas, que aparecen como ninfas, bañan al bebé ­­-que parece un Eros o Cupido-, y lo elevan en gesto de adoración, presentándolo como un rey-dios helenístico, indicando así, en lenguaje pagano, que él es sagrado. En el contexto artístico romano la desnudez era prevaleciente: los desnudos de la sinagoga siguen los prototipos de esculturas de dioses y de personificaciones paganas de conceptos o fuerzas de la naturaleza, y por lo tanto no son naturalistas, sino parecen líticos.

A pesar de la cantidad de figuras desnudas que aparecen en los murales de Dura, la desnudez se usó sistemáticamente como una licencia para designar algunos personajes como paganos, no judíos. Para marcar una diferencia de identidad y alteridad. Las mujeres judías aparecen pesadamente vestidas y con las cabezas cubiertas; por otra parte, es curioso que inclusive en una moneda de bronce de la época acuñada por Vespasiano aparece la alegoría de “Judea Capta” personificada como una mujer velada. En la representación de hombres también se utilizó el recurso de antítesis retórica: los egipcios que mueren al cruzar el Mar Rojo están todos desnudos, y contrastan con los judíos vestidos que con frecuencia aparecen como togati (vestidos con togas), lo que era símbolo romano de virtud pública. Las togas en algunos casos tienen borde púrpura, lo que era un símbolo real y de estátus entre los romanos; sin embargo, algunas de ellas terminan en cuatro puntas para así acomodar los tsitsit, o flecos del talit (manto para los rezos).

Dura Europos, una ciudad sobre el rio Éufrates, en la actual Siria, estuvo bajo el mandato romano de 164 e.c. a 256 e.c., y estaba ubicada en la ruta de la caravana de camellos que conectaba la India con Palmira y el Mediterráneo. Era una ciudad cosmopolita de convivencia multiétnica donde coexistían religiones politeístas, judaísmo y cristianismo, y donde floreció el sincretismo religioso: se han encontrado allí, en el mismo vecindario, además de la sinagoga, un baptisterio cristiano, un mitreo o mithraeum -del culto masculino al toro Mitras, que las legiones romanas propagaron por todo el Imperio- y santuarios dedicados a varios dioses como Bal o Artemisa; de muchos de ellos se han conservado decoraciones murales, lo que le ha valido a la ciudad el calificativo de “Pompeya del Desierto”.

Dura es una palabra semítica que significa fortaleza; Europos, el nombre dado a la ciudad por los griegos. La sinagoga fue enterrada al construir el sistema de defensa romano contra los ataques sasánidas en el 250 e.c., así que su imaginería no pudo tener influencia directa en la cristiana posterior. Sin embargo, esas maravillosas pinturas murales con sus símbolos paganos, obligan a reconsiderar aspectos de nuestra perspectiva del judaísmo temprano en tiempos romanos: nos muestran un judaísmo diferente al descrito en la literatura de la época, como el Talmud y el Midrash.

Aunque se ha querido comprender en relación con la literatura rabínica y como expresión de una religión anicónica, orientada social y éticamente, los murales manifiestan un judaísmo no normativo, con presencia de aspectos esotéricos de religiosidad helenística, y con facetas gnósticas, místicas y escatológicas. Estos reflejan una cultura de judíos que estaban en estrecho contacto e influidos por otros pueblos. La tradición literaria no condicionó de ninguna manera esas inesperadas imágenes que no tienen raíces talmúdicas; los rabinos no originaron esas representaciones, sino probablemente las toleraron, al considerar la agudeza y posibilidades expresivas de su lenguaje visual.

Las representaciones de Dura Europos permiten lecturas dobles, narran unas historias pero evocan otras, describen personajes pero les colocan atributos de otros; se podría decir que esa doble lectura de las imágenes se constituye en una aguda estrategia visual de “traducción simultánea” entre dos culturas

(TRANSCRIPCIÓN LITERAL DESDE:  http://www.revistasalomon.net )

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