Turquía caminaba hasta hace pocas fechas por la senda de su integración en el concierto de naciones socialmente avanzadas. Ello pese a su deplorable postura ante los criminales hechos acaecidos durante la crisis el Mavi Mármara, en los que de manera bochornosa se puso claramente del lado de quienes defendían actuaciones absolutamente al margen de la legalidad internacional, tratando de burlar un justo bloqueo marítimo.
Su proceder y maneras ante el gobierno de Israel ha dado claras muestra de animadversión hacía el pueblo judío. Y sólo la prudencia de este y sus ganas de cerrar ese lamentable episodio han permitido que finalmente se alcanzase una situación de estabilidad que ya era muy necesaria.
Un episodio en el que las víctimas no fueron otras que gentes que intentaron asesinar a soldados israelíes que pretendieron tomar el control de un barco que se consagró a sí mismo como un bajel pirata, con una tripulación de bárbaros criminales, políticuchos corruptos y estúpidos y ñoños hijitos de mamá que querían figurar como libertadores de un pueblo que ni es prisionero de nada (más que de sus gobernantes) ni precisaba para nada las tonterías que esa panda de tontos pretendía hacer llegar a Gaza en contra de un bloqueo impuesto para preservar la paz y que se amparaba plenamente en el derecho internacional.
Pero hoy Erdogan pretende aplicar el mismo rasero en su actuación contra su pueblo. Un pueblo que en principio se levantó en un pequeño número en contra de una aberración urbanística proyectada contra un lugar de esparcimiento público, pretendido por su gobierno. Personas como nosotros que sólo defendían su derecho a seguir disfrutando de uno de los más importantes lugares de esparcimiento existentes al alcance de todos.
Hoy Erdogan pretende arrasar ese parque para construir en él un centro comercial y una mezquita, dando al traste con la tradición lúdica más practicada por sus ciudadanos. Desconozco qué grandes intereses andarán en juego para que un presidente elegido democráticamente trate de manera tan brutal a su pueblo, retrocediéndonos a imágenes de hace cuarenta años en tantos países iberoamericanos.
Es muy difícil que hoy en día en Turquía pueda producirse una corriente de resistencia armada como la producida en lugares como Egipto, Siria o Libia. Estos eran (son) países dominados por gobiernos dictatoriales en los que es inexistente el juego democrático para la elección de sus gobernantes. Pero si que es verdad que existe una oportunidad cada cierto tiempo de castigar con el voto a quien no merece el gobierno.
Ahora bien... ¿Será posible llegar a alcanzar una nueva oportunidad democrática? El acercamiento tan claro del premier turco hacia grupos de marcado cariz islámico hace ver que es muy posible un endurecimiento contra las libertades que hoy en día son patrimonio del pueblo turco.
Erdogan ya no se contenta con masacrar a guerrilleros kurdos, en atizar el fuego contra lo que él considera "la plaga sionista". Va más allá, y se enfrenta contra su propio pueblo, a quien trata de manera brutal, totalitaria y tremendamente violenta.
Un pueblo que sin duda saldrá (o debería salir) a las calles para exigir la convocatoria anticipada de elecciones. No sé si será cuestión de bigotes, ya que la arrogancia de este presidente es muy pareja a la de quien hace casi ochenta años hundió a su país en una guerra contra todos sus vecinos. No debe ser por el bigote, porque yo también lo llevo y mi madre es muy digna.
Entramos en una nueva semana. Una nueva semana en la que la evolución de los hechos marcará un futuro que para Turquía es fundamental... libertad, o sumisión ante un ladrón de la soberanía popular que alejado de las reglas del respeto institucional comete actos de barbarie amparado en los votos conseguidos. Un ladrón que por "misteriosas razones" antepone los intereses comerciales de unos pocos y los intereses de dominancia religiosa islámica al legítimo derecho de un pueblo a seguir disfrutando de un bien patrimonial que en absoluto tiene derecho su presidente a arrebatarles.
No se producirá una nueva "primavera árabe" en Turquía, de eso estoy seguro. Pero desde luego sí que podrá tener el mundo un claro ejemplo de arrogancia presidencial, de indiferencia ante el clamor popular, que en absoluto debe dejarle indiferente.
Un presidente que trata así a su pueblo no tiene derecho a ser recibido por ningún presidente en cualquiera de aquellos países que se consideren a sí mismos civilizados.
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