Desde hace años Irán está tensando la cuerda amparado en la
permisividad occidental, llevando adelante un programa de enriquecimiento de
uranio cuya finalidad va más allá de su empleo como combustible para alimentar
centrales nucleares.
Los reactores nucleares comunes, basados en sistemas de
refrigeración mediante agua ligera, utilizan como combustible el uranio con un
nivel de enriquecimiento en torno al 3-5%. Incluso en los antíguos reactores
que emplean agua pesada como elemento refrigerante, este nivel se reduce
considerablemente, hasta un máximo del 2%,
aportando mejoras importantes como un menor consumo de combustible, y
por ende menos residuos.
Superando ya la barrera del 10% de enriquecimiento, pasamos
a reactores experimentales. Y llegados al 20% de enriquecimiento, sólo existe
una aplicación: armamento nuclear.
¿Por qué, pues, está Irán empeñado en su carrera de
enriquecimiento de uranio hasta ese nivel del 20%?
Es inconsistente su pragmática declaración de que su uso es
para fines pacíficos. Técnicamente quedan desautorizados de facto… ¿Cómo puede
explicarse pasar de la inexistencia de centrales nucleares en su territorio, a
excepción de una vieja central que data de 1967, a construir reactores del
nivel de los empleados en investigación?
Una lógica evolución de los hechos debería haber sido el
iniciar su carrera nuclear con fines pacíficos a través de la construcción de
centrales nucleares genéricas, las habitualmente utilizadas en todo el mundo.
Utilizar un combustible con el nivel de enriquecimiento antes citado del 5%. Haber
realizado un seguimiento de su funcionamiento, haber desarrollado una industria
en torno a esa técnica. Haberse convertido en el primer país petrolero que
demuestra sensatez y responsabilidad economizando el gasto en petróleo para la
producción de energía eléctrica apostando por una forma de energía que, pese a
los argumentos de los “ecologistas” sigue siendo la más eficaz, salvando el
problema (grave problema) de los residuos de alta actividad.
Esto hubiese abierto las puertas a la confianza del resto
del mundo, que hubiese visto en el posterior enriquecimiento a alto nivel una
lógica evolución de los desarrollos técnicos a los que legítimamente tendrían
derecho.
Sin embargo… ¿Qué es lo que tenemos, realmente?
Tenemos principalmente un país dominado por un régimen que
apoya todos los movimientos terroristas en el mundo. Que financia a elementos
criminales que no sólo atacan a Israel, sino a todos los gobiernos árabes que
se distancian de la ortodoxia islámica. Es lo sucedido en Libia, Túnez y
Egipto. Es lo que sucede en Nigeria, donde guerrillas islámicas aterrorizan a
la población cristiana.
Tenemos un país que ha jurado firmemente ante todo el mundo
árabe la exterminación de un Estado democrático como es Israel. Y que ha
desafiado al mundo entero con sus amenazas. Que niega los derechos
fundamentales a sus ciudadanos, que ejecuta a personas por el simple hecho de
tener una opción sexual no acorde al estándar generalmente aceptado. No
comparto los gustos de estas personas, pero merecen el respeto de su forma de
vida, siempre y cuando sean conscientes de que esa elección es diferente a lo
que es normal. Y que no suceda como aquí en los países occidentales, en los que
exigen una equiparación que es, a mi modo de ver, absolutamente imposible de
asumir en aspectos muy concretos, como es principalmente el derecho de
adopción.
Personas que por actos de infidelidad son también ejecutadas.
Es imposible poder plantear la infidelidad como un delito cuando se está
hablando de una sociedad en la que el matrimonio suele ser obligado por la
familia sin considerar el derecho de elección de la hija, sobre todo, y sin
tener en cuenta sus sentimientos. Y aún así todavía quedan sobre la mesa los
casos dramáticos como el de esa muchacha afgana ejecutada por su propio esposo cuando fue violada por uno de
los terroristas que conforman las fuerzas que combaten a la libertad en su
país.
Crímenes de honor, mujeres con sus rostros desfigurados por
el ácido, periodistas encarcelados por el legítimo uso de su libertad a la
información, manifestaciones reprimidas durante las mismas y tras ellas, con la
identificación y búsqueda por parte de los servicios secretos de los elementos
críticos con el régimen .
¿Y un país como este quiere que nos creamos que inicia su
carrera nuclear construyendo un reactor de investigación?
¿No será más razonable pensar que ese programa de
enriquecimiento, unido a sus experimentaciones en el campo de la construcción
de cohetes espaciales no tiene otro fin que el de construir armamento atómico
de largo alcance, para borrar de la faz de la tierra a un país llamado Israel?
Y mientras tanto, seguimos dándole vueltas a la ruleta. A
ver dónde cae el número. Salvo que alguien se decida a dar un manotazo y rompa
el juego. La libertad y la vida no pueden estar sujetas a que unos desalmados
puedan alcanzar algo prohibido por la ley divina cuando se emplea para causar
mal y sembrar la muerte y la destrucción.
A la vista del empleo que dan al armamento convencional, es
de estúpidos creer que podrían hacer un uso correcto, con fines puramente
disuasorios, del armamento atómico.
De la misma manera que hace veinticinco años algunos
gritaban “Cuba sí, yanquees no!!” hoy vuelven los mismos, los equivocados e
irresponsables, a apoyar a un régimen tiránico. Y lo peligroso es que estos,
los tiranos, sí que van en serio.
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