La renuncia del Papa Benedicto XVI al solio pontificio abre las puertas a muchos interrogantes. Tras las puertas del Vaticano se esconden grandes secretos que es difícil admitir por la inmensa mayoría de los creyentes católicos… homosexualidad, maniobras encaminadas a adueñarse de mayores cotas de poder dentro de esa jerarquía teológica que domina en el mundo cristiano, apropiación indebida de bienes y caudales del inmenso museo que es todo ese pequeño Estado en sí mismo. Los mandamientos "no cometerás actos impuros" y "no robarás" no están en el alma de muchos de los que desempeñan sus funciones en ese centro de poder.
Pero el principal problema que existe en estos momentos es
el de la deriva de la política vaticana hacia posturas contrarias a mantener
una visión justa acerca del conflicto entre Israel y el mundo árabe. Lejos
quedan ya las palabras de ese hombre correcto que fue Juan Pablo II, en las que
definía al pueblo judío como “… nuestros hermanos mayores en la fe”. Por el contra, las últimas frases referidas a
Israel por parte del cardenal Vasari han sido especialmente duras e injustas,
al definirle como un asesino de niños.
Creo que sería recomendable para dicho responsable
eclesiástico recordar casos especialmente dolorosos, como el caso del Asher
Palmer y su bebé Yheonatan, asesinados hace algo más de un año en medio del más
absoluto silencio de la comunidad internacional. Z"L
El problema más grave que tiene Israel en el contexto vaticano es que este cardenal,
perteneciente a la corriente liderada por Tarsizio Bertone, es uno de los candidatos, junto al citado, que tiene altas posibilidades de ser elegido Papa en el
próximo cónclave. Sería terrible para la imagen pública de Israel en todo el
mundo que el máximo representante de la iglesia católica fuese un declarado partidario
de la injusta causa palestina. Un Papa que ha dicho anteriormente a su elección
unas palabras de ese calibre sin duda crearía entre los fieles un sentimiento
de rechazo hacia el pueblo judío, renaciendo terribles prejuicios que creíamos
afortunadamente olvidados en las negruras de los siglos XVI y XVII.
El buen espíritu de Juan Pablo II va siendo olvidado. Sus esfuerzos por la paz, a la que dedicó
toda su vida, pueden caer en saco roto si progresivamente la política exterior
vaticana se orienta en dirección contrapuesta a las necesidades de paz en
Oriente Medio. No se pude arbitrar en este conflicto cuando se tiene una visión
sesgada de la realidad y se comete la ligereza de llamar asesino de niños a un
Estado que lucha por sobrevivir entre una jauría de depredadores que pretende abierta
y declaradamente su exterminio.
Israel también tiene niños, muchos niños. Y muchos de ellos
han visto sus vidas sesgadas tanto por los cohetes que durante años lanzaron impunemente
los terroristas contra la población civil, como por acciones concretas de elementos criminales movidos por el odio al judío (es el trágico de la bendita familia de Itamar). Por no hablar de los daños
psicológicos, la pérdida de la niñez que muchos de ellos han sufrido por todo
ello. Pero de ellos nadie, ni siquiera el Vaticano, ha dicho nada. Como tampoco
de la manipulación que sobre los niños palestinos realiza la televisión a
través de programas en los que el judío es criminal y asesino, y se le
atribuyen mentiras y falacias que contribuyen a alterar y condicionar el alma
buena y sincera que tiene todo niño dentro suyo. Es normal que un niño a la edad de diez años
pretenda ser uno más de los terroristas que combaten a Israel. Es como en
España, donde durante años muchísimas personas apoyaron a ETA hasta que la verdad
pudo al fin resplandecer sobre tanta falsedad.
No podemos contemplar indiferentemente cómo un hombre
injusto llega a ser proclamado Papa. Tampoco hay gran cosa que pueda hacerse.
Pero al menos no debemos perder de vista el tremendo caos que existe hoy en el
centro neurálgico del mundo católico. Lo
que suceda en este próximo cónclave va a ser posiblemente determinante para que
los esfuerzos por la paz que a diario realiza Israel puedan ayudarle a lograr
una paz sincera y duradera.
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