En dos colores, con contraste brutal. En negro y naranja. Dos siluetas en el desierto. Dos hombres. Es la fotografía que nos llega desde la realidad. Aunque muchos la huyan y la oculten. El de negro está a punto de demostrar al de naranja que él es el que gana. El hombre de naranja va a morir por voluntad del otro. Y lo hace de la forma más cruel posible. Reniega de lo propio. En ese momento es irrelevante que el mundo del hombre naranja haya logrado riqueza y bienestar, desarrollo y seguridad, lujo y alegría.
Es irrelevante que el mundo del hombre de negro solo prometa terror y muerte, que sólo viva para la oscuridad y la promesa de primitivos premios en el más allá sólo logrados a cambio del sufrimiento y el terror de los demás. No importa en este instante que su móvil sea tan sólo una febril obsesión religiosa primitiva convertida en ideología de fanáticos, una vulgar y banal enfermedad entre los hombres. Porque la brutal lógica del momento lo eclipsa todo. El negro perdedor mata al naranja vencedor. Por odio y revancha en una derrota irreversible. Incuestionable aunque todos los hombres de negro mataran a todos los hombres de naranja. La ideología de la muerte jamás podrá ganar al culto a la vida. Aunque lo aniquile.
El mundo del hombre de naranja busca la felicidad y valora la verdad. Y rinde culto a la libertad. Así ha conseguido con los tanteos incesantes del desarrollo del ser humano, con las equivocaciones, los errores, las correcciones y las enmiendas, avanzar en los pequeños pasos a hacer de las vidas humanas existencias más largas, sanas, lúcidas, ricas y amables. El mundo naranja creció, se enriqueció y próspero, pero sus hombres olvidaron los esfuerzos que habían hecho dignas y grandes sus conquistas.
La soberbia mató a la memoria. Y cuando ya nadie recordaba el precio a pagar por la verdad, por la dignidad y la libertad, nadie disponía ya de la fuerza para defender sus tesoros más preciados. Y el hombre de negro vio toda la debilidad y confusión del hombre de naranja y con ellas la oportunidad de acabar con esos odiados tesoros de libertad y verdad. Y en ello está. Y nos manda la fotografía y el video de los contrastes para darnos miedo. Para infundirnos terror. Nos anuncia que, por mucho que seamos los vencedores los seguidores del culto a la vida, no ceja en su empeño de humillarnos y derrotarnos. Y se ve más cerca, el mal.
FUENTE: HERMANN TERSCH (DIARIO ABC, ESPAÑA)
No hay comentarios:
Publicar un comentario